Calidad, singularidad y vínculo con el territorio
En poco más de 10 años, la DO Montsant y sus bodegas han tenido que enfrentarse a un gran reto: hacerse un hueco en el competitivo y exigente mercado del vino. Ha costado y cuesta porque es un reto constante, que se debe encarar manteniéndose fiel a una filosofía. Y en el territorio Montsant, con 1.900 hectáreas y una producción global de 5 millones de botellas, somos fieles a la calidad y la singularidad del producto, y a su vínculo con el territorio.
La semilla de esta diferenciación es la apuesta por las variedades autóctonas. La garnacha y la cariñena, en los suelos de Montsant, junto con el clima y la mezcla con las variedades introducidas con posterioridad (cabernet, syrah, merlot …), acaban configurando unos vinos excelentes.
Equilibrio entre el viñedo y la bodega
En esta búsqueda de la excelencia la otra parte del mérito corresponde a bodegas, viticultores y enólogos. Los vinos de la DO Montsant son fruto de una tradición centenaria y de los conocimientos académicos actuales. Son productos artesanales, en los que la mano del hombre interviene en todo el proceso de elaboración, un proceso que es el resultado de un equilibrio irrenunciable entre el campo y la bodega. El viticultor cuida con mimo el viñedo para legar al enólogo la mejor uva, aquella que permite crear vinos apreciados en todo el mundo.